Cuántas veces me habré dicho a mi mismo que qué afortunado soy por todo lo que tengo, por donde vivo y por todo lo que me rodea. Algunos lo achacarán a la suerte que se tiene por nacer donde se nace y que si te toca te toca. El otro día me di cuenta de todo esto y mucho más. Barcelona, el día llevaba 20 horas ya transcurridas, un Pans & Company, yo y un amigo. Entramos en ese Pans & Company para cenar, puesto que estaba cerca del lugar donde más tarde presenciaríamos un gran espectáculo de magia. Todo ocurrió cuando él se levantó y dejó al descubierto de mi vista la puerta. En esto que entra una familia que a simple vista parecía de clase baja. No pasaba por allí por casualidad. Para mí el Pans & Company era una circunstancia de lo más normal -quién no ha cenado con los amigos en uno?- un lugar barato y cercano a nuestro destino, para no complicar la posterior entrada. Pero en cambio para esa familia de 4 miembros (el padre, la madre, un niño y una niña) debía ser una circunstancia excepcional, la niña correteaba por delante de la barra mientras su padre hacía cola y la madre cuidaba del niño. En éstas que al padre le toca su turno y la niña, que ya estaba eufórica le dice a su padre el bocadillo que quería, en lo que éste le replica, ve a tu hermano y dile lo que quiere; la niña corre hasta la mesa donde se encontraba a su hermano, coge una bocanada de aire y le dice de una tirada lo que ha cogido ella y si él quiere lo mismo. El hermanito le responde con un movimiento afirmativo de cabeza. La niña corre hasta su padre como si una ola le viniera detrás a tragársela y le manda a pedir lo que le dicen ella y su hermano. Los movimientos de la niña eran todos eufóricos, eléctricos, debido a que el momento de emoción que vivía no lo debía experimentar muchas veces. Para ella ir al Pans era cómo para una persona de mayor clase un restaurante de una estrella Michelin. El rato que pasé observándola me hizo reflexionar en 2 minutos quizás lo que en 3 horas no llegaría a concluir, ni a la mitad. El simple hecho de verla como apreciaba que la llevaran a ese restaurante me hizo pensar que quizás muchas veces se han de valorar las pequeñas cosas cómo si de tesoros se trataran, por el simple hecho de poder disfrutar de cualquier cosa como si se tratara de una de mucho más valor. Quizás esa niña y su familia en conjunto nunca lleguen a cenar en un gran restaurante, pero podrán apreciar las cosas pequeñas mucho más que otras, que, acostumbradas a las grandes no aprecian las pequeñas. Por eso digo: siéntete afortunado por todo lo que tienes no desprecies nada de lo que hagas, aprecia todo lo que tienes como si te lo fueran a quitar y nunca dejes de valorar esas pequeñas cosas.
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